De vuelta...
Hay detalles tan simples en la vida que muchas veces pasan desapercibidos. Son pequeñas cosas que, de cierta manera, deberíamos saber o ser conscientes de ellas. Y muchas veces no se aprecian en su justa dimensión hasta que su ausencia nos lo anuncia con bombos y platillos. Para decirlo de forma más simple: “no se aprecia lo que se tiene hasta que se pierde”.
Aunque mi corto viaje no fue de placer, sí lo consideré como una oportunidad para cambiar de aires y relajarme del trajín diario. Como el buen amigo Goathemala me recordó, el lápiz y la cámara fueron las primeras cosas que eché en la maleta.
La noche antes de partir pensé en descargar unas fotos que había tomado en los días anteriores, sin embargo decidí no hacerlo pues estaba muy cansada. Así, las fotos de los días posteriores se mezclaron con las que ya tenía. Una noche, me entretuve revisando las imágenes y borrando algunas. Cuál no sería mi susto al día siguiente, cuando la memoria estaba completamente vacía. Todas mis fotos desaparecieron en un instante, sin que lo notara; una equivocación en la elección de un mísero botón y todas aquellas bellas imágenes se esfumaron.
En aquel instante, a pesar de la tristeza que sentí, me di cuenta de la fragilidad de las cosas, y de la vida, por qué no decirlo. Y me puse a pensar y a preguntarme si en realidad había disfrutado plenamente de cada momento que aquellas fotografías capturaron.
Como ya se habrán dado cuenta, desde que comencé con esto de las fotografías, me incliné más hacia la naturaleza y algunos “abstractos”. Me pregunté entonces si me había detenido a contemplar y “saborear” la belleza de ésta o aquella flor, o aquel árbol y sus particularidades.
La respuesta a aquellas preguntas fue un rotundo NO.
A veces nos perdemos en la visión general y dejamos de lado los detalles pequeños pero importantes, detalles que nos recuerdan cuán preciosa es la vida y me hice la promesa de hacer mi mejor esfuerzo por vivir cada momento a plenitud.
Así que, amigos, no traje conmigo muchas fotografías pero sí las baterías recargadas y una nueva visión para proseguir mi camino… ;)
¡Saludos!
Aunque mi corto viaje no fue de placer, sí lo consideré como una oportunidad para cambiar de aires y relajarme del trajín diario. Como el buen amigo Goathemala me recordó, el lápiz y la cámara fueron las primeras cosas que eché en la maleta.
La noche antes de partir pensé en descargar unas fotos que había tomado en los días anteriores, sin embargo decidí no hacerlo pues estaba muy cansada. Así, las fotos de los días posteriores se mezclaron con las que ya tenía. Una noche, me entretuve revisando las imágenes y borrando algunas. Cuál no sería mi susto al día siguiente, cuando la memoria estaba completamente vacía. Todas mis fotos desaparecieron en un instante, sin que lo notara; una equivocación en la elección de un mísero botón y todas aquellas bellas imágenes se esfumaron.
En aquel instante, a pesar de la tristeza que sentí, me di cuenta de la fragilidad de las cosas, y de la vida, por qué no decirlo. Y me puse a pensar y a preguntarme si en realidad había disfrutado plenamente de cada momento que aquellas fotografías capturaron.
Como ya se habrán dado cuenta, desde que comencé con esto de las fotografías, me incliné más hacia la naturaleza y algunos “abstractos”. Me pregunté entonces si me había detenido a contemplar y “saborear” la belleza de ésta o aquella flor, o aquel árbol y sus particularidades.
La respuesta a aquellas preguntas fue un rotundo NO.
A veces nos perdemos en la visión general y dejamos de lado los detalles pequeños pero importantes, detalles que nos recuerdan cuán preciosa es la vida y me hice la promesa de hacer mi mejor esfuerzo por vivir cada momento a plenitud.
Así que, amigos, no traje conmigo muchas fotografías pero sí las baterías recargadas y una nueva visión para proseguir mi camino… ;)
¡Saludos!
Comments
Ese es el riesgo de ver la vida a través de una cámara, que cierta visión de la realidad se pierde (si abusamos claro).
Abrazos.