Recuerdos...

No puedo explicar por qué hoy amanecí tan nostálgica, por qué una sensibilidad tan diferente se ha apoderado de mí. ¿Será, acaso, que hay situaciones y personas que vuelven a la mente cuando menos uno se lo espera? Así parece ser este día….

Precisamente recordaba lo que viví durante mis días de supervisora en el último Censo Nacional. Asistir a un curso de capacitación y aprobar un examen eran los requisitos que debimos cumplir para ser contratados de manera provisional para dicho Censo. La mayoría de los asistentes ya nos conocíamos y fue una aventura todo aquello. Por lo mismo, mis compañeros conocían mis antecedentes y sabían que no tenía mucha experiencia que digamos para censar en el área rural. Para sorpresa propia y de todos los demás, califiqué para supervisora y, además, en el sorteo que se realizó me tocó en (¿mala?) suerte el área más extensa del municipio y la más difícil, según los rumores. Sin embargo, tuve la fortuna de contar con tres maravillosos compañeros censadores que realizaron su trabajo casi a la perfección.

De esos días, vuelve nítidamente a mi memoria la sensación de paz y tranquilidad de las aldeas, y la amabilidad de las personas.

A veces me preguntaba qué andaba haciendo metida en aquellas soledades pero siempre terminaba cautivada por los paisajes, las flores y la suave brisa que sopló durante todos esos días; además de la bondad de las personas de esa área.

Un día, mi compañero y yo nos perdimos. El croquis que nos habían proporcionado no estaba bien hecho y no encontrábamos la vereda que figuraba en el dibujo. Así que vagamos y vagamos hasta que, a lo lejos, el sonido de música nos atrajo hasta una casa medio escondida en la vegetación. Era la primera casa de una de las comunidades que debíamos visitar pero que no estaba en nuestros planes aquel día. No obstante, hicimos nuestro trabajo.
No encontramos una sola persona en esas aldeas que no colaborara con nosotros. Lo primero que hacían era invitarnos a entrar a sus humildes casas y nos ofrecían algo de tomar… ¡y algunas personas nos ofrecieron de lo que habían cocinado para el almuerzo! Y siempre tenían algo que contar, alguna experiencia que compartir…

Recuerdo muy bien a una mujer que nos agradeció que la visitáramos. No recibía muchas visitas y le agradaba tener con quien conversar. Nos ofreció mangos, plátanos y hasta unos güicoyes… y su casa era de las más humildes.

La actitud de las personas en las aldeas contrastaba fuertemente con la de las personas del pueblo. Mis compañeros que se quedaron en la cabecera departamental tardaron mucho más en completar el censo de su área por los problemas que enfrentaron: se escondían de ellos, les cerraban la puerta en la cara, no proporcionaban los datos requeridos, etc.

Lo que al principio pareció mala suerte, al final fue una bendición. El trabajar en las aldeas fue una buena experiencia, me permitió conocer más allá de mi “burbuja” y me enseñó que la felicidad está en las cosas simples. ¡Qué mal que lo olvidara tan pronto!

Comments

Unknown said…
Fiamma, amiga, la gente del campo tiene un don natural que es la hospitalidad y la curiosidad por todo lo que viene de fuera, algo que en las ciudades se pierde pero que permite integrarse y vivir de lleno la naturaleza. Me alegro que supieras apreciarlo. gracias por tu visita y besos,
V.
Yo intento tenerlo siempre presente para valorar aquello que tenemos sin darnos cuenta.
solo visitando otros lugares, otras costumbres, otros pueblos podemos "comparar" nuestra existencia con la del resto... es así, aprendemos de ello y lo tenemos que llevar a nuestra vida diaria.

No lo olvides...

Bss
SCD said…
Creo que casi todos hemos tenido experiencias similares, lo lamentable es como dices que se olvida pronto, culpa de la rutina citadina.
Buen post, saludos!!!!!!!!!!!!!!!!!
Fiamma said…
Estimados amigos... Gracias por su amable visita y sus comentarios... ;) Es maravilloso poder compartir este tipo de anècdotas!!!
Anonymous said…
aisss los recuerdos!!!como quisiera cerarlos en un cajon y guardar la clave para abrirlo cuando,solo cuando,necesito recordar,pero...
soy una amante de la naturaleza,me encanta ,me relaja y me hace sentir feliz;por esto mis cuadros representan la naturaleza.
es muy hermoso este articulo,me gusta como dibujas las palabras ,y haces que el lector,sea captado de tus articulos.
un beso y un abrazo con mucho cariñó,amiga,y un finde hermoso.
¿Sabes que por eso no voy a trabajar a Madrid? Podría ganar casi un 50% más (evidentemente también tendría más gastos) pero nada como respirar el aire puro del campo.

Hoy has hablado de esa Guatemala profunda que justifica mi nick, la que me gusta.

Un abrazo.
Fiamma said…
Amiga Oana... es agradable saber que mis humildes palabras tienen ese efecto en los que me leen.. ;) ¡Saludos!

Amigo Goathemala... estoy tan completamente de acuerdo contigo!!! Los meses que estuve trabajando en la capital me volvìa loca!!! ;)
Anonymous said…
...ay, que lindo de parte de la señora... para alegrarse de recibir a un censador uno debe ser muy amable o sentirse muy solo... :D
...pero así es la gente fuera de la ciudad, más tranquila, menos frenética... que chido recuerdo...
Fiamma said…
... hola jovencito!!! Gracias por la visita... y si, creo que la señora en cuestiòn tenìa las dos cosas... mucha amabilidad y mucha soledad... ;)
Oooo said…
Eh? Olvidarlo? Creo que no! Lo tienes muy presente, sinó no lo hubieses posteado. A veces nos abruman cosas y éstas no dejan ver la hermosa sencillez de la vida. Tienes razón! Ahora cada vez que te sientas nostálgica, cierra los ojos, relájate y vuelve a esa casita, con esa misma señora y llena nuevamente ese corazoncito de energía con sabor a mango, plátano y guicoyitos.

Besitos!!

Ale
Fiamma said…
Amiga Ale... gracias!!!! Tus palabras siempre tienen ese "brillo especial"... ;)